martes, 19 de agosto de 2014

SIERRA DE FRANCIA: RUTA DEL CONVENTO DE GRACIA

RUTA DEL CONVENTO DE GRACIA ( SAN MARTIN DEL CASTAÑAR )

Perdido en la frondosidad de los robledales, castaños y carballos de la Sierra de Francia, se encuentra esperando el Convento de Gracia, abandonado y en ruinas desde hace siglos, esperando mejores tiempos.



El origen de este elemento religioso está vinculado directamente a las profecías de la profetisa Juana. Fue fundado en 1430 por Don Sancho de Castilla el entonces obispo para los Padres Franciscanos. Tuvo gran importancia e influencia en su entorno durante siglos.




El libro de la fundación de la Peña de Francia vincula la construcción del convento con las predicciones de la Niña de Sequeros, como también se conoce a la profetisa Juana, que también augura la fundación del convento dominico de la peña. La sacralidad del lugar fue recogida, con posterioridad por algunos cronistas franciscanos, como Fray José de Santa Cruz, que narró "acontecimientos prodigiosos".

Existió en él una importante biblioteca, del cardenal Pacheco, que recuerda la intensa vida cultural y religiosa que contó el monasterio. Todavía se conserva casi intacta su fachada principal.




En el interior del  frontispicio situado en el este, del solar de la iglesia y de algunas dependencias, las piedras se funden con árboles, arbustos y la frondosa vegetación que puebla la casi totalidad del recinto. Quedan restos incluso de las canalizaciones de piedra que formaban el sistema

de riego de la huerta cultivada por los monjes. Otros elementos de estas canalizaciones han sido expoliados, igual que las imaginería y tallas que se encuentran en la iglesia parroquial del pueblo.





El paulatino proceso de ruina comenzó con el abandono de los franciscanos tras las desamortizaciones decimonónicas. Pero ha sido en la historia reciente de la sierra, cuando, según José Ignacio Díez Elcuaz, en su libro La villa de San Martín del castañar, “se han perpetrado en él los mayores destrozos: los restos del claustro, escudos, dinteles y jambas de puertas han sido arrancados y sacados del lugar para utilizarlos en construcciones ajenas”.



La distribución de las diferentes dependencias sigue la línea marcada por la arquitectura conventual, en torno a un claustro central. Existen algunos restos de otro claustro más primitivo, que es conocido como el Patio de los Carros.







Tras el abandono de los Franciscanos y el paso de los Dominicos en la década de los años veinte del siglo XX, por una de las edificaciones anejas como casa veraniega, la propiedad pasó a manos privadas, siendo esta su titularidad actual.


No es difícil encontrarlo, y la pista que lleva a él es sencilla, pero no hay muy buenas indicaciones en las páginas oficiales para poder llegar a encontrarlo.
Siguiendo el camino empedrado que parte de la Ermita del Humilladero hasta una bifurcación en una curva y yendo hacia la derecha, saldremos a la carretera que va hacia La Alberca. Una vez atravesada, tomamos una pista que, en unos treinta minutos, nos lleva hasta las ruinas del antiguo Convento de Nuestra Señora de Gracia.







¿Inscripciones en la roca? No están documentadas, pero yo al menos veo varias cruces...

El camino de vuelta puede ser por el mismo sitio, o se puede continuar subiendo otros veinte minutos por una pista hasta un cruce, se gira a la izquierda y continuamos bajando por la pista hasta llegar a la carretera de La Alberca, a la altura del cruce que va al castro visigodo y campamento de La Legoriza.



Merece la pena el esfuerzo de este camino más largo, ya que el paseo por el bosque es espectacular, siempre bajo la sombra de los árboles, con la excepción de algún mirador de toda la Sierra de Francia que siempre es de agradecer.



Se puede completar la jornada visando las ruinas del castro de origen visigodo de La Legoriza, a escasos 500 metros del cruce, al lado del campamento juvenil del mismo nombre, de visita libre y, por supuesto, gratuita.


Es un asentamiento del siglo V-VI, escasamente reconstruido hasta el momento, de origen visigodo y eminentemente dedicado a la minería y la agricultura. No es de extrañar dada la proximidad a la calzada romana que aun se conserva en San Martín, próximos a la Vía de la Plata.