jueves, 13 de diciembre de 2012

JORDANIA III - PETRA

PETRA

Una de las nuevas 7 Maravillas del Mundo Moderno por la UNESCO, Petra te absorbe irremediablemente en una atmósfera de irrealidad y misterio. Aturdido ante la grandiosidad y monumentalidad de la ciudad, paseas por sus calles y desfiladeros como un extraterrestre en un mundo perdido. Rebosa de elegancia helenística y romanticismo aventurero; es imposible parpadear, tienes miedo que desaparezaca.



El asentamiento de Petra se localiza en un valle angosto, al este del valle de la Aravá que se extiende desde el mar Muerto hasta el Golfo de AqabaPetra (en árabe, البتراء al-Batrā´) es un importante enclave arqueológico en Jordania, y la capital del antiguo reino nabateo. El nombre de Petra proviene del griego πέτρα que significa piedra, y su nombre es perfectamente idóneo; no se trata de una ciudad construida con piedra sino, literalmente, excavada y esculpida en la piedra.


En la actualidad, el pueblo de Wadi Mosa es el lugar donde hay que dirigirse a unos 300 km al sur de Amman. La mejor forma de visitar el enclave es desde el centro de visitantes, donde sacas los tickets y te puedes pertrechar con agua, fundamental para la visita por las temperaturas y las largas caminatas que te esperan.

Poco más adelante se inicia el Siq, que no es sino un angosto desfiladero de cuatro a seis metros de anchura, 40 a 170 metros de alto y 1,2 kilómetros de longitud.
Al comienzo del mismo, la rambla se desvía de forma artificial por un túnel en dirección al norte, y quedan únicamente a ambos lados del desfiladero, unos canalillos por los que se conducían sendos reguerilllos hacia el interior de Petra.
Un arco nabateo de aspecto triunfal, al inicio de la travesía, está arruinando, pero aún se ven sus muñones. Luego el camino va descendiendo. Antaño estuvo cubierto de gruesas piedras, a la usanza de las vías romanas, cobertura que ha ido desapareciendo por los arrastres de agua.



La primera de las grandes construcciones es la tumba de Los Obeliscos, coronada por cuatro de éstos.
Debajo de los obeliscos se observa un triclinio y en la parte inferior tres habitaciones que hacen sospechar que estuvieron destinadas a la organización de banquetes funerarios en honor de los muertos. 



El desfiladero fue tal vez una vía de purificación espiritual, un lugar donde encanta el ambiente de silencio, en el que se goza del frescor de la umbría y del aroma de las higueras que crecen entre la roca, y al que llegan cantos de alondras.




En las paredes se observan hornacinas en honor al dios Dushara, un desfile procesional de hombres y animales (casi borrado por el tiempo y la barbarie), inscripciones históricas y hasta un altar de sacrificios, sencillo, en medio del camino, y al lado de un pequeño habitáculo excavado en la roca, tal vez lugar del sacerdote o para almacén de elementos de culto.





Muy cerca del altar, una de las inscripciones reza: El enemigo de mi enemigo es mi amigo, y alude a la amistad con Roma, enemiga del imperio de Cleopatra.



El impacto del Siq se hace impresionante al final. cuando el desfiladero termina y el viajero ve aparecer, poco a poco, el edificio del Tesoro. Te emocionas al vislumbrar desde una rendija que se va abriendo poco a poco la fachada del Tesoro, y te imaginas cual Indiana Jones redescubriendo el lugar tras siglos de abandono y olvido.


EL KAZNEH

El Tesoro es el edificio más emblemático de Petra, ubicado estratégicamente en un espacio reducido y relativamente protegido de la intemperie, con un suave color rosado y una factura sumamente clasicista.





El conjunto esta integrado por una fachada de dos niveles, la de abajo sostenida por seis columnas, y coronada por sendos obeliscos no finalizados. 
Las tumbas fueron construidas de arriba a abajo, mediante andamios, desde los cuales se hacían ranuras en la roca donde se insertaban cuñas de madera que,al mojarse, estallaban la roca.


El interior es una sala cuadrada sin decoración actual alguna... y efectivamente, no está el Santo Grial ni el caballero Templario que lo custodió durante cientos de años. ¡ Qué decepción,  no hay nada!


El nombre de Kazneh significa tesoro, y vien de la tradición de que el faraón, persiguiendo a los israelitas, enterró el tesoro en la urna que existe en la cima del monumento. El afán por el tesoro hizo que numerosa gente disparase, infructuosamente, sobre esta piedra maciza, consiguiendo, únicamente el deterioro estético de la misma.



En su entorno, bulle una animada sociedad de muchachuelos vendiendo piedras de Petra (tres un dinar) y collares labrados en huesos de camello; no faltan los beduinos con burritos o camellos, dispuestos a facilitar el traslado aquellos que al cabo de un par de kilómetros de andar sienten ya la presión de los zapatos o el cansancio de los músculos.





En la dirección del decumanus de Petra se halla el teatro. Los nabateos lo construyeron en el siglo I a de C. para un aforo de unos 4000 espectadores. Lo hicieron al modo griego, más abierto hacia el exterior.
Los romanos, tras la conquista de la ciudad, ampliaron el lugar para darle un aforo de 7000 personas. Pero un terremoto lo dañó severamente en torno al 363 después de Cristo, y parte de la estructura se reutilizó en otras dotaciones.




El viajero sigue adelante, hacia el corazón de Petra, por la Calle de las Fachadas. Se trata de un denso conjunto de tumbas construidas por los nabateos en los farallones rocosos, con una cierta reminiscencia del arte asirio.
Se puede acceder fácilmente a ellas, y hay al menos una cuarentena, de estructura notablemente similar.








A este lado del desfiladero, aparece pronto una escalera que sube en dirección sur y luego gira hacia el oeste y acaba en una cumbre, ante un altar de sacrificios en honor a Dushara, con sumideros para que corriese la sangre de las víctimas.
Merece la pena subir la escalera cuando el sol caliente poco. Exigirá esfuerzo, pero desde arriba hay una excelente vista general.





Siguiendo la dirección de la rambla y paralela a ésta, aparece la vía romana pavimentada, el decumanus.
El decumanus fue construido en el año 106 al modo romano y está el centro de la nueva ciudad.
En torno a ella se amontonan restos de numerosos monumentos: el ninfeo, los mercados, el Palacio Real, los baños nabateos, y las puerta del Témenos.



Cerca del decumanus aparece otro templo nabateo de considerables dimensiones, QSAR AL BINT, que se ha mantenido vigorosamente enhiesto hasta la actualidad. Los beduinos le llaman Templo de la Hija del Faraón.
Probablemente se trata de un gran lugar de culto, en honor del dios Dushara.
Tienen sus muros 23 metros de altura y es un documento excepcional constructivo porque se trata de la única edificación nabatea no excavada en la piedra.




El desfiladero deja de serlo a la altura del teatro. En la montaña opuesta aparecen unos inmensos enterramientos colectivos, los más grandes de Petra, denominados tumbas reales.










Es especialmente destacable la Tumba de la Urna, donde se guardaron los restos del rey nabateo Maluchos II, con una gran terraza abierta y columnatas en torno a ella, y un gran interior de paredes rectilíneas y gran capacidad (18 por 20 metros).
Esta tumba tuvo utilización civil en tiempos romanos y fue catedral bizantina más tarde. En el fondo tiene, para la función religiosa, tres pequeñas cámaras abiertas.
Otras tumbas son las de La Seda, interesante por sus coloraciones; La Corintia, muy deteriorada, pero de una estructura similar a la del tesoro, y la monumental tumba del Palacio, de inmensa fachada.




A la izquierda del decumanus sale una vía de acceso al templo más grande de Petra, y también uno de los más conocidos: el Deir o Monasterio.
Es un ascenso por un camino de escalones de varios kilómetros y en continua ascensión hasta llegar al emplazamiento.



Dismpones de burros que pueden hacer el trabajo duro por ti, si no te ves en condiciones. Personalmente, prefiero caminar, no me dan ninguna seguridad.


El Monasterio se encuentra situado en la montaña situaad al lado de la llamada Jebel Haroum o monte de Aaron, lugar donde fue enterrado el hermano de Moisés.


Un último paseo por la cima de estas montañas te puede llevar a los puestos de diversos personajes, no todos beduinos, donde puedes encontrar diversos recuerdos artesanos ( el más famoso para los españoles es el de una madrileña que lleva más de 15 años en el lugar ).


Al final del largo y duro camino en las condiciones de calor y sequedad del lugar, obtienes la recompensa: a tu derecha, dominando una explanada, se encuentra el Deir o Monasterio.
Mide 5o metros de alto y 45 de ancho, y a pesar de su nombre, fue construido como monumento funerario y debió de adquirir su nombre a causa de unas cruces talladas en el interior del mismo.


Como mirador de exceppción, y para coger fuerzas para continuar la visita y antes de iniciar el descenso, lo mejor es visitar la cueva bar que regenta un beduino justo enfrente de la fachada del Monasterio, al otro lado de la explanada.



Las vistas desde arriba o desde el altar de los sacrificios son espectaculares, y la puesta de sol increíble.





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