CASTRO DE BAROÑA
Situado en una península al final de la Tierra, en la orilla sur de la ría de Noia, el castro de Baroña es una joya poco conocida de nuestra historia.
La majestuosidad del Castro de Baroña, no reside en sus
muros, puerta de entrada (en un óptimo estado de conservación), o sus
construcciones; la belleza del Castro reside en el lugar que elegido por
nuestros antepasados para levantar su civilización y sus urbes. La península
rocosa perfectamente defendible por todos sus flancos, en los cuales el mar
jugaba una parte importante, y su fortificación en el único acceso posible
(teniendo en cuenta los medios materiales de la época), así como los acantilados
que lo circundan, lo convierten en un bastión de resistencia, preparado para
sufrir guerras, asedios, y los ataques de los ejercitos mejor armados. Sin
embargo, las últimas excavaciones, abren la posibilidad que de poco sirvieron
ante la llegada de las tropas romanas.
Las últimas excavaciones han puesto de manifiesto la magnitud de la muralla, mediante una trinchera en la cara exterior que muestra la altura de casi 4 metros, lo que hace aun más impresionante la pueda de entrada al castro por el istmo que lo une con la playa.
El poblado debió de ser autosuficiente. Dentro del castro no
hay agua, ni en manantiales ni en aljibes, por lo que debió ser preciso ir a
buscarla al exterior. Se piensa que la alimentación tenía como principal fuente
el mar: mariscos y pescados; también se consumían bóvidos, cabras y ovejas y
bellotas.
Hay restos de metalurgia, trabajo de la piedra y de tejido.
En la zona superior destacan dos zonas: la llamada acr´polis, y otra zona llena de piedras talladas, bien por la mano del hombre o por la erosión, de aspecto ceremonial, incluido lo que parece un dólmen derruido.
Para llegar al castro hay que ir por la carretera C-550 y a los 4-5 km pasado Porto do Son desviarse a la derecha en dirección a la playa de Arealonga, de ambiente naturista, enclavada a 500 m de la carretera en un bosque de pinos.
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